Artículo extraído del blog de Jon Gustafson por recomendación de Inazio Retegi Saizar
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En una columna llamada «Should Teachers Know the Basic Science of How Children Learn?», Daniel Willingham escribe que «algunas afirmaciones sobre el aprendizaje de los niños son perfectamente sólidas desde el punto de vista científico, pero no deben influir en las decisiones educativas». Básicamente, defiende que los educadores debemos ser muy perspicaces a la hora de evaluar la utilidad de algunas frases educativas comunes.
A modo de ejemplo, Willingham destaca supuestos poco útiles como «el aprendizaje es social.” También “cada uno aprende de manera diferente… «. Estos tópicos vagos, aunque contienen núcleos de verdad, ofrecen mucho menos valor para la práctica educativa que las estrategias específicas según los antecedentes, la edad, la tarea y el contexto. Una estrategia específica y empírica, robusta e indiscutible, sería que la práctica ayuda al aprendizaje.
El objetivo aquí es examinar más de cerca una de estas frases que simplifica la lucha mientras se aprende. Es algo como: «sin esfuerzo, no hay aprendizaje». Esta frase general confunde a los docentes sobre un aspecto de una enseñanza eficaz, y complica innecesariamente el proceso de aprendizaje de los alumnos.
La simplificación del esfuerzo
Todos queremos construir la perseverancia, el valor y la capacidad de resolución de problemas de los estudiantes. Para ello, a menudo se nos anima a hacer que los estudiantes «hagan un trabajo profundo » en las clases. Como tal, los maestros a menudo evitan dar a los estudiantes explicaciones claras o procedimientos eficientes para resolver problemas.
En cambio, se valora positivamente que luchen por sí mismos o en grupos para construir su propia estrategia. O bien, los estudiantes deben participar en un interminable juego de «adivinar qué hay en la cabeza del profesor» para «hacer conexiones» en nombre de desarrollar una capacidad de «investigación». Hoy en día, a veces oímos que simplemente enseñar una habilidad/concepto claramente y hacer que los estudiantes practiquen dicha habilidad afecta negativamente a la motivación, el entusiasmo y la comprensión conceptual. Pero no es cierto. Esta confusión alimenta las polémicas que se escuchan en algunas formaciones como: “Lo peor que un profesor puede hacer cuando un alumno hace una pregunta es responderla».
Esta simplificación olvida que familias y docentes pueden apoyar a un niño cuando está tratando de resolver con un problema, que muchas veces no es una aventura para ser trabajada juntos sino una dificultad real que impide otros aprendizajes.
Por supuesto, la lucha es una gran parte del proceso de aprendizaje. Para crecer, necesitamos experimentar fracasos y reveses. Esta es la base de una mentalidad de crecimiento – sabiendo que nuestras habilidades no son fijas, y que podemos perseverar ante los obstáculos. Y en la vida, puede que no siempre tengamos un maestro que nos muestre los pasos, ¿verdad?
La suposición epistémica de que «sin lucha, no hay aprendizaje» distorsiona el aspecto de la buena enseñanza, y no tiene en cuenta lo que hemos aprendido sobre el funcionamiento del cerebro y la memoria a largo plazo.
Por lo tanto, si vamos a pedir a los estudiantes que luchen, tenemos que ser mucho más claros sobre cómo se debe hacer esto exactamente. Necesitamos generalizaciones empíricas, no suposiciones vagas. La investigación sobre las dificultades deseables es el lugar más útil para empezar.
Dificultades deseables
En su artículo «Learning vs. Performance: Una distinción que todo educador debe saber», Nick Soderstrom identifica las dificultades deseables como cruciales para empujar a los estudiantes más allá del rendimiento a corto plazo hacia el aprendizaje a largo plazo. Soderstrom también recuerda a los lectores que el aprendizaje más robusto tiene lugar con el tiempo.
«Los profesores no sabrán si sus estudiantes han aprendido algo hasta después de un periodo de tiempo en el que los estudiantes no usaron o no pensaron en ese algo .»
Por lo tanto, no es útil para los estudiantes luchar con material recién enseñado. Deberían estar experimentando altos niveles de éxito, al menos inicialmente. Esto se logra a través de un modelado claro, una práctica guiada extensiva y chequeos frecuentes para la comprensión. En otras palabras, enseñanza explícita.
«Para poder cosechar los beneficios del aprendizaje de estas estrategias, los estudiantes necesitan estar equipados con el conocimiento y las habilidades necesarias para superar los desafíos. Hay un punto intermedio con este asunto de las dificultades deseables: piensa en la historia de Ricitos de Oro».
Una vez que se enseñan y practican los conocimientos y las habilidades necesarias, el alumnado está listo para desafíos y dificultades adicionales. Es crucial que el nivel de dificultad de la tarea aumente gradualmente.
«Si los estudiantes no están luchando un poco, es decir, si su rendimiento no se ve obstaculizado de alguna manera, es probable que no estén comprometidos con el material de manera que conduzca a una comprensión y un entendimiento significativos y a largo plazo».
Las dificultades deseables bien conocidas incluyen:
- Práctica espaciada en el tiempo, versus práctica masiva (empollar).
- Práctica intercalada que activa habilidades/conceptos relacionados pero variados.
- Práctica de recuperación para fortalecer la retención a largo plazo. La mejor manera de estudiar es examinando.
Nótese de nuevo que estas dificultades deseables se implementan después de que los estudiantes han recibido el material didáctico. Cuando los profesores lanzan desafíos con nuevos contenidos como algo positivo en sí, están sobrecargando la memoria de trabajo si no se realiza gradualmente.
Conclusiones: lo mejor es enseñar de manera efectiva
Cuanto más efectivamente enseñamos a los estudiantes los conocimientos y procedimientos necesarios, tanto más podemos implementar las dificultades deseadas y darles tareas que impliquen mayor independencia/autonomía. Si los estudiantes están constantemente luchando, es probable que no estén aprendiendo mucho o que acaben bajando los brazos o copiando la solución de otro compañero sin pensar mucho.
Por tanto, inicialmente los docentes debemos estar apoyando mucho el trabajo mientras los estudiantes experimentan el éxito. Sin embargo, a medida que los estudiantes adquieren dominio y construyen un conocimiento más profundo de su materia, estarán listos y ansiosos por más desafíos y dificultades.
[…] Otra forma de aportar pistas es comparar una actividad con otra realizada anteriormente, lo que puede ayudar a identificar cuál es la mejor estrategia para afrontar esta tarea. En este sentido es importante recordar la idea de las “dificultades deseables” de las que ya hablamos en esta entrada del blog: https://investigaciondocente.com/2021/07/16/dificultades-deseables/ […]
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[…] de aprendizaje, y de hecho sabemos que el aprendizaje mejora cuando hay una dificultad deseable (https://investigaciondocente.com/2021/07/16/dificultades-deseables/). Si la actividad es desafiante, es más probable que se transfiera a la memoria a largo […]
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Interesante artículo, para reflexionar y poder integrarlo en nuestra práctica Docente. Una buena oportunidad de fortalecer nuestros conocimientos pedagógicos, para beneficio de las y los estudiantes. Muchas gracias por compartirlo.
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[…] más desafiantes y menos gratificantes (también conocidas como dificultades deseables, ver entrada al respecto). De ahí que, al planificar los objetivos cognitivos últimos (como el aprendizaje autodirigido, […]
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[…] Hablando de la elección del alumno, o de un entorno de aprendizaje cada uno a su ritmo, la autora comprende por qué suena bien: en una clase normal, muchos alumnos se aburren o pierden el ritmo. Los docentes sólo podemos dedicar una fracción de nuestro tiempo a cada uno. Nunca podemos saber cómo están comprendiendo el material que tienen delante. Pero la autora nos advierte: tampoco está tan claro, según la literatura científica, que los alumnos sepan tomar decisiones acorde a su aprendizaje, precisamente porque todavía están aprendiendo. Una vez más nos topamos con la dura realidad en la forma de efecto Duning-Kruger: los que saben más subestiman lo que saben, los que saben menos sobrestiman lo que saben. No es rara la persona que pasa pantallas en un curso online, porque piensa que ya sabe lo que pone. En jóvenes y niños, ¿realmente no puede ocurrir esto mismo con mucha frecuencia? Otras investigaciones apuntan a que las emociones y opiniones no son buenas consejeras. Podemos sentir que algo es aburrido, y abandonarlo. De eso hablamos en la entrada sobre «dificultades deseables». […]
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[…] Se refiere al efecto positivo de variar los ejemplos y problemas a los que se enfrenta el alumnado. Este efecto nos permite añadir un matiz: no siempre es positivo reducir la carga cognitiva, así en general, sino la extraña al material del aprendizaje. Un nivel óptimo es lo deseable, de hecho de esto hemos hablado precisamente en las «dificultades deseables». […]
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