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Comenzamos con nuestra entrada una serie que vamos a dedicar a analizar las guías para el  profesorado publicadas por la Education Endowment Foundation (EEF en adelante) y traducidos al castellano por EduCaixa. Las guías al completo las puedes encontrar en este enlace

Aquí tenéis un vídeo muy interesante sobre esta guía.

Estas guías tratan de ser un esfuerzo por acercar a la comunidad educativa un conjunto de investigaciones que pueden tener consecuencias prácticas en el día a día del aula. Las guías cumplen dos funciones: en primer lugar, seleccionan de todas las ideas aquellas que cuentan con un apoyo más robusto. En la figura tenéis una buena representación del camino hacia las guías, que se sitúan en el segundo nivel de la pirámide.

Es decir, de la inmensa cantidad de investigaciones que podemos encontrar, nos ofrecen un acercamiento a las que cuentan con mayor soporte. Esto, como ya hemos dicho en otras ocasiones, no quiere decir que constituyan una verdad inmutable, sino precisamente un aproximación a lo que, con mayor probabilidad, podemos decidir adoptar y adaptar en nuestras clases. 

Imagen tomada de https://www.campbellcollaboration.org/blog/why-we-need-a-world-education-organisation.html

En segundo lugar, las guías tienen un enfoque eminentemente práctico y por eso no responden exactamente a qué funciona, sino más bien a por qué funciona y cómo funciona una estrategia. De esta manera, nos acercan a los docentes formas de hacer que aumenten nuestro repertorio pedagógico.

En resumen, tenemos a nuestra disposición una síntesis de la investigación. Para llegar a ella, hemos de recopilar, analizar y resumir la investigación existente sobre un tema concreto. Las guías basadas en estas síntesis proporcionan a los docentes prácticas basadas en pruebas que han demostrado su eficacia. Esto nos ayuda a adoptar métodos y estrategias que tienen más probabilidades de influir positivamente en el aprendizaje de los alumnos.

Vamos a comenzar por una de mi guías favoritas, que es la dedicada a la meta cognición y la aprendizaje autorregulado. Como dice María Espinet en su prólogo, se trata de responder a dos preguntas: ¿qué son la metacognición y la autorregulación? y, ¿cómo se llevan al aula con éxito?

Ya en las primeras páginas leemos que la autorregulación se refiere al grado en el que las personas son conscientes de sus propias fortalezas y debilidades, y lo más importante, de las estrategias que pueden usar para mejorar. Así que, por un lado, se trata de una parte personal, de las cosas que se te dan mejor y peor hacer. En general, esta comprensión suele estar basada en creencias de eficacia como las que hablamos aquí. Las personas forjamos nuestras creencias de autoeficacia basándonos en las pistas que nos aporta el contexto social en el que la tarea ha sido aprendida o desarrollada. Si la experiencia pasada con la misma tarea o con tareas similares ha sido exitosa, nuestras creencias de autoeficacia respecto a tareas parecidas aumentará. Por supuesto, también influye nuestro interés en realizar esta actividad. 

Por otro lado, y aquí es donde viene la utilidad de la guía, la metacognición se basa es conocer diferentes estrategias para enfocar el aprendizaje. Por ejemplo, si me rechazan un trabajo que he entregado, puedo pensar que se me da fatal esa asignatura. Pero también puedo pensar que fue mi manera de hacer el trabajo lo que es incorrecto, y buscar nuevas estrategias. Cuantas más estrategias conozca, mejor. Aquí retomamos lo dicho al principio: esto resulta una idea valiosa tanto para el alumnado como para el profesorado. 

En definitiva, al leer cada una de las entradas dedicadas a esta guía, estamos por un lado hablando de estrategias metacognitivas para el alumnado. Pero también resultarán de interés estrategias para los docentes, precisamente porque reflexionar acerca de la propia práctica, de cómo sabemos si algo funciona o no, y ampliar nuestro repertorio son ya de por sí experiencias metacognitivas.

La relación entre metacognición y motivación es una interacción dinámica que influye significativamente en la forma en que las personas abordan el aprendizaje y se implican en él. La metacognición, la capacidad de controlar y regular los propios procesos cognitivos, está estrechamente vinculada a la motivación, la fuerza que impulsa el comportamiento orientado a objetivos.

Cuando una persona posee sólidas habilidades metacognitivas, puede establecer objetivos, planificar estrategias y supervisar su progreso de forma eficaz como ya desarrollamos aquí. La motivación desempeña un papel fundamental en este proceso, ya que influye en la energía y la persistencia que las personas invierten en sus esfuerzos de aprendizaje. La fijación de objetivos y la planificación de estrategias, elementos centrales de la metacognición, suelen estar alimentados por una motivación intrínseca o extrínseca.

Además, el bucle de retroalimentación entre la metacognición y la motivación es notable: las experiencias positivas, los resultados satisfactorios y una comprensión más profunda del material a través de procesos metacognitivos pueden aumentar la motivación, lo que conduce a un ciclo continuo de mejora del compromiso y los resultados del aprendizaje. Reconocer y alimentar esta intrincada relación puede contribuir al desarrollo de estrategias de aprendizaje más eficaces.

Uno de los autores principales que comentaremos es Zimmerman, del que ya hemos comentado en alguna entrada del pasado, que define al aprendizaje autorregulado de la siguiente manera: «los aprendices autorregulados son proactivos en su esfuerzos por aprender, porque son conscientes de sus fortalezas y limitaciones y porque están guiados por un conjunto de objetivos personalmente significativos». Os invito a ser también aprendices autorregulados, buscando ideas para mejorar en esta entrada y en las sucesivas.

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