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Comenzamos el comentario del libro «The Ingredients of Great Teaching». A pesar de que el título suene un poco a «clickbait», el autor es Pedro De Bruyckere que ha estudiado sobre los efectos de la pobreza en educación, y ha sido docente en diversas etapas. Además, es uno de esos autores que siempre te interpela y te provoca. Espero que, como siempre, estas entradas os animen a leer el libro completo que es muy recomendable.

  1. Convertirse en amateurs informados por la evidencia

Los procesos basados ​​en evidencia o (mejor aún) informados por evidencia parecen constituir una buena base para la actualización y revalorización de la profesión docente a los más altos estándares profesionales. Un profesional de cualquier rama siempre tiene a su disposición un conjunto de herramientas efectivas, que pueden ser utilizadas de la manera correcta y en el momento adecuado, o bien ser sustituidas rápidamente si las cosas van mal, de modo que si la opción A no funciona trabajo, siempre hay una opción B, C o incluso D.

Sólo hay un problema con este enfoque: en la experiencia del autor y de la mía propia, hay muy pocas personas en el mundo de la enseñanza a las que les gusta referirse a sí mismos como profesionales o que entraron en este mundo en la esperanza de adquirir tal estatus. La mayoría de las personas se convirtieron en docentes por una misma y sencilla razón: querían hacer algo con y para los niños.

En su libro Apologie van de school (Una apología de la escuela), Jan Masschelein y Maarten Simons defienden la necesidad de un mayor amateurismo en la educación. Al principio esto puede parecer extraño, sobre todo en un momento en el que oímos cada vez más hablar de la necesidad de una mayor profesionalidad. Esto está relacionado con el hecho de que en algunos campos «aficionado» significa más o menos lo mismo que «incompetente». Pero en otros campos, un amateur puede ser un aficionado, un entusiasta, un devoto o incluso un amante de algo. Este es el tipo de «aficionado» que más necesitamos en la educación. Basta escuchar la forma en que la mayoría de los docentes hablan de sus alumnos: invariablemente se refieren a «mi clase», «mis alumnos», «mis asignaturas». Esto demuestra un grado muy alto de compromiso personal y un profundo sentido de responsabilidad. Este sentido de responsabilidad y, por extensión, el «amateurismo» del docente también significa que cuando un docente ve que un alumno no está progresando con el enfoque actual, simplemente cambiará ese enfoque con la esperanza de encontrar una manera mejor.

Como «amateur» responsable, es su tarea como docente asegurarse de que sus alumnos aprendan lo que necesitan aprender y hacer esto posible aumentando su conjunto de herramientas con las opciones B, C y D, sabiendo de antemano en base a sus opciones basadas en evidencia de que estas opciones tienen buenas posibilidades de funcionar en su situación. Aunque dicho así, nuestro amateur de repente suena bastante profesional, ¿no crees?

2. Comprender las circunstancias personales de los alumnos

En 2013, Mani et al. publicaron los resultados de una investigación en la prestigiosa revista Science relativa a su investigación del vínculo entre inteligencia y pobreza (lo puedes leer aquí). En particular, los investigadores examinaron los aspectos negativos que la pobreza puede tener sobre las capacidades intelectuales de una persona. Esto les obligó a alejarse de la idea de que la inteligencia es fija.

Concluyeron que las preocupaciones sobre la pobreza pueden tener un efecto negativo o positivo en el coeficiente intelectual en no menos de 12 a 13 puntos. Esto es comparable a realizar una prueba de inteligencia a la mañana siguiente de «una noche loca». Sobre la base de esta investigación, el economista conductual Mullainathan y el psicólogo Shafir desarrollaron una nueva teoría basada en el impacto de la escasez en nuestro pensamiento y acciones. En resumen, la idea de estos autores es que la pobreza produce preocupación, y esto se traduce en un ancho de banda mental más estrecho como resultado del entorno personal. Si una persona está preocupada por su situación en casa, por qué comerá o cómo llegará su hermano del instituto, esto genera un ruido de fondo que se mezcla en la cognición. Es como una preocupación que siempre ocupa un espacio mental, y no te puedes quitar de encima. Saber esto me parece imprescindible para los docentes: los alumnos llegan al aula con una cabeza que no está vacía, sino ocupada a veces por preocupaciones muy grandes.

Esto implica mucho más que sólo los efectos de la pobreza. También cubre otras formas de escasez, como la falta de tiempo que experimenta una persona que tiene que pasar la tarde cuidando a otros. Junto con Maarten Simons, el propio De Bruyckere desarrolló en una investigación las posibles consecuencias de estas conclusiones para la educación, tenéis un artículo muy muy interesante pinchando aquí.

Los autores proponen la creación de «margen» o «slack» como solución para contrarrestar los efectos negativos de la escasez, destacando tres posibles consecuencias importantes: la necesidad de crear margen en la escuela para permitir que los estudiantes se enfoquen en aspectos importantes de su comunidad, la conexión entre la escasez y el entorno personal del estudiante, y la transformación del aprendizaje.

En relación con la educación, los autores sugieren que la creación de «margen» en la escuela podría incluir períodos de juego libre, días sin tarea y enfoques modulares. El artículo concluye destacando la importancia de investigar cómo revertir la espiral descendente causada por la pobreza, ya sea mediante la creación de espacios diferentes en las escuelas, o reconsiderando la conexión con el entorno personal de los estudiantes.

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