Extraída y adaptada del libro What if everything you knew about education was wrong, de David Didau
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Vale la pena explorar brevemente cómo se han moldeado algunas de nuestras creencias sobre la educación. A principios del siglo XIX, los ideales de la Ilustración (método científico, lógica y razón) estaban en pleno apogeo. Todo se podía contar, pesar y medir; y por tanto también la verdad sobre el mundo llegaría a ser descubierta, cuantificada y cuidadosamente etiquetada.
Como siempre, cuando el péndulo oscila demasiado en una dirección, retorna con fuerza en sentido contrario. El romanticismo, una creencia de que el hombre debe vivir en un estado más “natural”, fue una reacción a los extremos de la ciencia. Los románticos abrazaron la espontaneidad, el potencial oculto y la benevolencia de la naturaleza.
Estas dos formas de ver el mundo se han convertido en lo que Daniel Willingham ha denominado «metacreencias» en la educación (os recomiendo el excelente libro sobre el tema que podéis mirar pinchando aquí). Una metacreencia es una creencia que ha cobrado una vida más allá de los hechos para convertirse en una especie de gafas a través de las cuales vemos e interpretamos el mundo. Forman el tejido mismo del pensamiento y se encuentran en el centro de una red interconectada de otras creencias conectadas. No pensamos en estas creencias y, en su lugar, pensamos con ellas.
Willingham argumenta que confiamos en todo un conjunto de metacreencias mezcla de la Ilustración y el Romanticismo, y en gran medida no examinadas ni conscientemente elegidas. Un ejemplo de una metacreencia de la Ilustración es que todo se puede entender a través de la ciencia, o que la razón y la lógica se pueden aplicar para explicar cualquier problema. De hecho, el cerebro humano es un fetiche tan poderoso que solo con mostrar una imagen suya en un mensaje, éste tiene un 50 por ciento más de probabilidades de ser aceptado como un hecho científico. Como me dijo un amigo mío: “Tenías que haber titulado tu libro Neuroeducar en la complejidad”.
Metacreencias de la Ilustración
Cada vez que citamos una investigación, nos basamos en la metacreencia de que la evidencias son justificación suficiente para la acción. Cuando aceptamos la palabra de los académicos, aceptamos la metacreencia de que aquellos que están mejor calificados son los más adecuados para ofrecer una opinión.
Vemos metacreencias de la Ilustración en la jerga pseudocientífica utilizada para anunciar champú, y tal vez algunos de los peores ejemplos de las tendencias en educación vienen disfrazados con jerga neurocientífica. Esto tal vez es lo que explica el timo del Brain Gym.
Como dice la profesora de neuropsicología del desarrollo, Dorothy Bishop (http://deevybee.blogspot.co.uk/2014_01_01_archive.html):
Los neurocientíficos pueden decirte qué regiones cerebrales están más involucradas en actividades cognitivas particulares y cómo esto cambia con la edad o el entrenamiento. Pero estos indicadores de aprendizaje no te dicen cómo lograr el aprendizaje. Supongamos que descubro que el giro angular izquierdo se vuelve más activo a medida que los niños aprenden a leer. ¿Qué se supone que debe hacer un docente con esa información?
Metacreencias del Romanticismo
Las metacreencias románticas nos dicen que cualquier cosa «natural» es buena y que cualquier cosa “procesada” es mala. Esta sospecha de intervención «antinatural» nos lleva a aceptar que la educación debe ser lo más natural posible. Cualquier forma de coerción se considera espantosa, pero incluso los maestros que transmiten su experiencia, ganada con tanto esfuerzo, pueden sentir que de alguna manera interfieren con el orden natural. Los niños deben encontrar su propio camino y guiarse por su curiosidad innata. Algunos expertos en educación expresan una reverencia casi mística por la bondad y sabiduría del niño preescolar, mientras que cualquiera que tenga que enseñar de verdad a niños reales sabe muy bien que cazan en manadas y pueden ser tan salvajes como los adultos en sus interacciones, tanto entre sí como con cualquier figura de autoridad.
Cualquiera que hable de desencadenar o desbloquear el potencial oculto de los niños está actuando sobre metacreencias románticas sobre el mundo. Esto explica en cierta medida el poder totémico de la personalización, la diferenciación y el aprendizaje independiente: todos estos movimientos tienen en su corazón la creencia de que los niños son especiales, únicos y están sujetos a misteriosas fuerzas ocultas que se pueden aprovechar. Si tan solo estuviéramos dispuestos a esforzarnos por entender, amar y aceptar a todos y cada uno de los niños y su forma especial de aprender.
El choque entre ambas visiones
El problema con estos dos conjuntos de metacreencias es que hay un núcleo de verdad en su corazón. Los niños son únicos y algunos tipos de aprendizaje son innatos; pero a la vez la ciencia puede ayudarnos a entender, y la razón y la lógica pueden mejorar aspectos de nuestras vidas.
Comprender cómo funcionan nuestras metacreencias puede ayudarnos a entender cómo vemos y abordamos la investigación educativa. Si queremos investigar algún aspecto de la educación (o cualquier otra ciencia social), ya sea que seamos conscientes de ello o no, tomaremos decisiones sobre lo siguiente:
1. Métodos (¿Qué herramientas de investigación utilizaremos?)
2. Metodología (¿Cómo planeamos llevar a cabo nuestra investigación?)
3. Perspectivas teóricas (¿Qué suposiciones sobre la realidad subyacen a la pregunta que nos hacemos y a los tipos de respuestas que estamos buscando?)
4. Creencias epistemologías y ontológicas (¿Qué creemos que es la realidad y cómo podemos averiguarlo?)
El enfoque positivista consiste en utilizar las ciencias físicas como modelo de investigación y experimentación. Es probable que haya alguna verdad objetiva que se puede descubrir a través de un enfoque deductivo de pruebas teóricas. Este es el «método científico». Formulan hipótesis sobre el mundo que pueden ofrecer explicaciones sobre cómo y por qué suceden las cosas. Como resultado, elegirán herramientas de investigación como encuestas, muestreo aleatorio, controles ciegos y manipulación de variables. La ventaja de este enfoque es que proporciona datos fácilmente comparables, que son verificables y replicables.
El enfoque interpretativo comienza criticando las ciencias naturales como modelo para investigar las ciencias sociales. Se defiende que la realidad está sujeta al contexto en el que se percibe e incluso pueden adoptar la opinión relativista de que no existe la verdad objetiva en absoluto; en lugar de tratar de establecer hechos, concluyen que las personas son complejas y que deberíamos intentar entender por qué se comportan como lo hacen. Sus métodos serán estudios etnográficos, entrevistas, observación y análisis. Aunque este enfoque tiene en cuenta cuestiones contextuales complejas, la evidencia recopilada es a menudo tan compleja que no lleva un significado claro. Por eso, se puede configurar para significar lo que el investigador quiera que signifique. Posiblemente sea posible detectar mis sesgos en este punto.
Entonces, ¿nos queda descartar el interpretativismo como menos creíble y el positivismo como demasiado inflexible? Como señala Gert Biesta, si los datos y las conclusiones empíricas van en contra de nuestros valores, no valen la pena. No importa cuánta evidencia empírica podamos encontrar para demostrar la efectividad del castigo corporal o los abrazos grupales; si entra en conflicto con nuestras creencias morales y éticas sobre el mundo, lo ignoraremos.
Si crees que la memorización bruta es un algo alienante y aburrido, ¿a quién le importa lo efectivo que sea como herramienta para el aprendizaje? El intrerpretivismo intenta cuadrar este círculo pensando en el significado en lugar de en los hechos. Si nunca puedes controlar de forma fiable todas las variables en un aula (por ejemplo, la hora del día, la época del año, el clima, la motivación, las disposiciones de profesores y estudiantes), entonces el contexto anula cualquier verdad «objetiva», y podemos argumentar: «Bueno, funciona para mí”.
Conclusiones
El físico ganador del premio Nobel Carl Wieman, argumenta que la ciencia tiene el poder de hacer predicciones útiles; si la investigación se puede utilizar para informar nuestras acciones, entonces es útil. No es necesario controlar y predecir con precisión cómo se comportará o aprenderá cada estudiante en cada contexto. Todo lo que se necesita es que podamos predecir un resultado que sea a la vez significativo y medible.
En resumen, las ideas de las ciencias cognitivas, obtenidas a lo largo de más de un siglo y basadas en pruebas bien diseñadas y repetibles que se basan en investigaciones anteriores y que producen resultados ampliamente consensuados, significativos y medibles, no deben descartarse como algo poco probable que funcione en el aula.
Si los científicos tienen razón, podríamos marcar una profunda diferencia en lo bien que aprenden nuestros estudiantes. Si toda nuestra evidencia empírica resulta estar equivocada, nadie ha muerto. Puede que no valga la pena apostar tu vida, pero supera el riesgo de ir con una corazonada. En resumen, no podemos ni encontraremos la verdad objetiva investigando las aulas con las herramientas de las ciencias físicas.
El contexto y los valores harán que incluso el ensayo más robustamente controlado no tenga sentido. Pero la alternativa es que «evidencia» significa lo que cualquiera dice que significa y la persona que grita más fuerte y con mas autoridad es la que gana; se convierte en una cuestión de persuasión y retórica.
A pesar de miles de artículos de investigación educativa que se publican cada año, los docentes seguimos haciendo prácticamente lo que siempre hemos hecho. En lugar de buscar interminablemente cosas nuevas, deberíamos pensar más detenidamente en las cosas que ya hemos descubierto. Por supuesto, primero tenemos que ser conscientes de lo que se ha descubierto y estar dispuestos a tenerlo en cuenta y usarlo.
Así que nos enfrentamos a la disonancia cognitiva y a la necesidad de asimilar estos conceptos umbral. Los que me leéis sabéis que yo apuesto por argumentar que podríamos centrarnos en la ciencia más robusta de la psicología y utilizar la evidencia empírica para ayudarnos a hacer conjeturas y predicciones, por así decirlo, con el fin de guiar nuestros valores y creencias con datos que exploten lo que hemos descubierto sobre la forma en que los niños aprenden.
No importa que las ciencias sociales sean diferentes de las ciencias naturales y que la investigación educativa esté tan saturada de valores; la investigación de laboratorio que ofrece resultados significativos y medibles es mucho más digna de nuestra consideración que un método promovido por una empresa con unos intereses claros en expandirla, sin importar cómo.
Finalmente, los docentes que realizan investigaciones en sus propias aula solo pueden ser algo bueno, muy bueno. Siempre y cuando nadie busque generalizar a partir de tales hallazgos. Si bien puede ser muy útil experimentar y probar «lo que funciona» en su propia aula, nunca podemos descubrir lo que funcionará en el aula de otra persona más allá de ciertas hipótesis comprobables. Por supuesto, la intervención específica puede no ser efectiva con un estudiante en particular, pero eso no significa que no sea efectiva en la mayoría de los casos.
Como docentes, nos debería preocupar más comprobar las mejores ideas que demostrarlas. Daniel Willingham señala: «En la investigación básica, el objetivo es el descubrimiento de leyes que describan los fenómenos naturales. La investigación aplicada, por el contrario, está impulsada por objetivos. No quieres describir el mundo tal como es; quieres cambiar el mundo para mejorarlo».

[…] Evidencias en educación, ¿sí o no? — Investigación docente […]
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Las metacreencias pueden sesgar la investigación en medida en que las perspectivas personales sobre la misma son un limitante en el quehacer investigativo pedagógico. Es importante considerar que las perspectivas del romanticismo y de la ilustración se deben considerar complementarias y no excluyentes, como lo presentan el binomio de lo innato y lo dirigido generando una balanza que permita un asombro frente a los desafíos propios de la investigación en el aula. (Viviana y Xiomara)
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Muchas gracias a las dos por vuestro comentario a la entrada.
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Luego de leer el texto y tratando de responder a la pregunta que se plantea en el título del artículo, podemos decir que las evidencias son fundamentales en la educación y cobran gran significado en el contexto del enfoque en que se esté investigando. Así, está muy bien que se recoja una evidencia pero no solamente para hacer una descripción o una comprobación de una hipótesis analítica, siguiendo el método científico positivista, sino como insumo para poder comprender y transformar la realidad, esto desde el método interpretativo.
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