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¿Cómo cambiamos las creencias limitantes y las prácticas, para que las altas expectativas para todos y todas sean cultivadas a través de los diversos obstáculos del aprendizaje? ¿Cómo transformamos la escuela para que los equipos directivos y los docentes tengan apoyo suficiente en sus esfuerzos para afrontar la diversidad?
La autora propone un nuevo marco para las creencias, las acciones y la política. Se basa en la colaboración entre docentes, y en una implicación mayor de las administraciones en la vida ordinaria de los centros, para conocer las problemáticas reales. Además de eso, hay que fomentar la colaboración entre la investigación y la comunidad educativa, algo que motiva profundamente mi labor en el blog.
Nuestro modelo de intervención necesita afrontar tanto la visión (una cultura de expectativas positivas) como los procesos de cambio (las condiciones laborales) de los docentes y equipos directivos, fomentando sobre todo las relaciones a largo plazo. La comunidad educativa requiere de herramientas de estabilidad y de oportunidades continuadas en el tiempo para reexaminar las creencias, adaptar, diseñar, implementar y evaluar prácticas que sean efectivas (guiadas por la investigación) en la solución de este problema.
A nivel del alumnado, implica también fomentar la motivación intrínseca (https://investigaciondocente.com/2021/07/04/descubriendo-como-funciona-la-motivacion-estrategias-en-el-aula-parte-ii/) con un currículum que amplíe los desafíos e invite a más alumnos al progreso académico. Además, hay que promover el trabajo que responde a los intereses del alumno en lugar de a recompensas externas, apoyando objetivos de aprendizaje que se enfoquen al aprendizaje más que al rendimiento.
Si los docentes estamos realmente convencidos de que los niños y niñas tienen habilidades diferentes, que esta habilidad es maleable, y que todos pueden conseguir un estándar específico, esto nos debe empujar a ampliar nuestras estrategias y ofrecer un mayor rango de oportunidades para demostrar un buen desempeño, y comunicar expectativas altas.
Un caso práctico
La autora promovió un grupo de trabajo entre la universidad y un centro educativo concreto, durante un par de años. Algunas de las líneas maestras de su proyecto eran:
- Un convenio estable entre el centro y la universidad
- Un grupo de trabajo que incluía a docentes, PAS e investigadores
- Dos horas de reunión semanal de revisión
- Una perspectiva a largo plazo
- Lectura de artículos y reflexión sobre cómo traducirlos a la práctica concreta del aula y la gestión del centro
- Seguimiento del efecto de esos cambios
Aunque el primer año fue un fracaso (así lo confiesa la autora) en el segundo año los cambios empezaron a tener su efecto. Subraya aquí que hay que confiar en las “floraciones tardías” y las segundas oportunidades. Que los problemas se solucionan después de mucho tiempo y pasión empleados en trabajar, y que las trayectorias de los equipos se definen por las experiencias previas, pero también por el apoyo y las acciones que se toman después del primer momento.
Conclusión al libro
Utilizando una perspectiva ecológica hemos examinado las dinámicas y los efectos de las expectativas en la educación. Primero, hemos visto que los alumnos se dan cuenta: se dan cuenta de las expectativas diferentes que los docentes tenemos dentro de una clase. Son conscientes de diferencias sutiles de trato, y de las estructura general del sistema que refuerza estas mismas expectativas.
Segundo, que los alumnos sepan si les vemos como capaces o no debería obligarnos a una pausa. Este hecho constituye un elemento fundamental para entender las profecías de auto-cumplimiento que van interiorizando las expectativas de éxito o fracaso. Seamos consciente, pues, de esto.
Además de eso, importa mucho la cultura de la clase y del centro. Las creencias que se transmiten de forma institucional tienen un efecto poderoso también sobre las expectativas de los alumnos que allí acuden. Esto tiene que ver también con la estabilidad del personal y la apariencia del centro.
Tercero, y en conclusión a lo ya dicho, las expectativas no se forman sólo en la interacción con los docentes, sino que se fraguan en las relaciones complejas con la familia y la sociedad en general.
Cuarto, el éxito o fracaso no determina únicamente el crecimiento académico, sino el desarrollo afectivo y social; actuando en conjunto con otros factores como el status socioeconómico familiar, el género y la etnia, o diferentes estereotipos sociales.
Finalmente, necesitamos comprender que las expectativas implican procesos relacionados psicológicos, sociales, institucionales y sociales. Cambiar las expectativas y las creencias sin cambiar las políticas y las prácticas fallará en erradicar los efectos de las profecías negativas. El cultivo de profecías positivas y altas expectativas implica mucho más que desterrar las negativas, sino cambiar de un sistema enfocado a la selección a un sistema enfocado en el desarrollo.
Un peligro
Finalmente, la autora nos advierte de un riesgo muy real. El peligro de un currículum diferenciado es que la aplicación individual se deja en manos de percepciones sobre la habilidad, percepciones que pueden reflejar prejuicios sociales sobre la etnia, el género, la clase, el lenguaje y las discapacidades; y creencias sociales sobre la naturaleza de la inteligencia, la motivación y el determinismo psíquico.
El peligro de un currículum común es que las diferencias no sean tenidas en cuenta. Por eso la equidad está en el acceso universal a una educación desafiante y con retos, pero implementada con varios métodos de instrucción y evaluación; y con suficiente tiempo para aprender en función de cada uno.
El currículum tiene que enfocarse a objetivos comunes, aunque no debe pedir resultados iguales. ¿Hay un núcleo común de conocimientos y de procesos que podemos esperar de todos? ¿Hay maneras de formar a los docentes en métodos que permitan esta flexibilidad? El debate debería estar ahí, para Rhona Weinstein.
Hemos subestimado el poder que tiene comunicar unas expectativas bajas, y no creer en el potencial de todos los niños y niñas para llegar a unos estándares comunes. Esto no quiere decir esperar que todos sean universitarios, por supuesto. Implica valorar a cada persona, apoyar que se alcancen objetivos alcanzables y dar estrategias que permitan solventar los obstáculos para continuar creciendo. Y esto es lo que depende de nosotros, los educadores.El arte de conocer, apreciar y aprender los talentos diversos de cada persona se pierden en una escuela que se enfoca en porcentajes en un test estandarizado. Podemos y debemos mejorar si queremos lograr el objetivo que anhela la autora: ayudar a que cada persona se convierta en lo que puede llegar a ser.