El conocimiento y la escuela del mañana: Introducción

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Empezamos el comentario de un libro escrito por Michael Young y David Lambert, con la colaboración de Carolyn y Martin Roberts. En todas las entradas dedicadas a este libro utilizaremos, siguiendo a los autores, el término currículum como una palabra que se entiende como «el propósito de la escuela, o del sistema educativo de un país». Se trata de enfatizar los fines por encima de los medios. En este sentido los autores se desmarcan del debate educativo actual sobre lo que sucede en las aulas. Lo que ellos tratan de hacer es reflexionar sobre los fines de la escuela: ¿para qué existe? La amplia experiencia de los cuatro firmantes del libro es que este propósito, aunque rara vez se menciona, se comparte ampliamente entre docentes y familias, mucho más de lo que parece. ¿Cuál es el propósito de la escuela?

Permitir a todos los alumnos adquirir un conocimiento que les lleve más allá de su experiencia. Es un tipo de conocimiento al que muchos no tendrán acceso en casa, con sus amigos y en sus comunidades. Por tanto, el acceso a este conocimiento es un derecho de todo el alumnado en cuanto a futuros ciudadanos.

Esta definición requiere a su vez una definición de lo que es el conocimiento, y eso es de lo que trata este libro.

La experiencia de los docentes intuye lo que las escuelas pueden y no pueden hacer. La presión política de los diferentes gobiernos a menudo tratan de obligar a las escuelas a solucionar problemas que tienen sus orígenes en otra parte y que las escuelas por sí mismas nunca podrán solucionar: el embarazo adolescente, la obesidad, el desempleo juvenil o una supuesta falta de civismo entre la población adolescente son ejemplos claros. Desarrollar respuestas curriculares a estos problemas es, para los autores, un grave error. Esto no quiere decir que no se reconozca su gran importancia, sino que su solución se basará en una comprensión clara de sus causas, más que en asumir que se pueden solucionar en el sistema educativo.

Cuanto más claros tengamos los docentes y los equipos directivos los fines de la escuela, menos vulnerables nos sentiremos frente a estos intentos de utilizar el currículum como una solución a problemas que las escuelas nunca podrán solucionar por sí mismas.

La cuestión del conocimiento

Paradójicamente, hoy la palabra «conocimiento» es un tanto incómoda para algunos en el mundo educativo. A veces se entiende como una preocupación filosófica que debe ser evitada por la mayoría, o está asociada a una manera de enseñar que se reduce a la mera «transmisión de datos». Para muchos, el conocimiento tiene connotaciones elitistas.

Michael Young se confiesa un lector voraz de Freire en los años 70, y francamente inspirado por ella como tantos otros. Pero su idea de «concientización» ha derivado en un desequilibrio hacia la práctica de la experiencia. El resultado de esta interpretación es se ha perdido el vínculo entre el conocimiento y la práctica. El primer libro de Young, Knowledge and Control (1971) iba en esta línea, y le costó mucho tiempo vislumbrar que la libertad sin acceso al conocimiento no lleva a ningún sitio.

La escuela, con todas sus tendencias para reproducir las desigualdades de una sociedad desigual, es la único institución que tenemos que puede, al menos en principio, dar a cada persona un acceso común al conocimiento. La única alternativa a la escuela es aceptar que la mayoría nunca tendrán las oportunidades educativas que una minoría siempre ha considerado su derecho. Debemos respetar y valorar la experiencia de cada alumno y cada alumna, pero nunca que dependan sólo de esa experiencia.

Otra distinción importante es que debemos diferenciar dos tipos de conocimiento: el que traen consigo los estudiantes a la escuela y el conocimiento al que les da acceso el currículum. En ambos casos, se trata de un producto humano que es desarrollado por la humanidad para dar sentido el mundo que experimentan. Pero el conocimiento no es sentido común, en el sentido de que es falible y abierto al cuestionamiento, en principio por todo el mundo (aunque cuanto más especializado es, más difícil es cuestionarlo por parte de los no especialistas). Esta característica de ser falible es también lo que le distingue del conocimiento asociado al dogma o a la ideología, que siempre depende de una fuerza resistente al cambio.

El conocimiento, desde la perspectiva del libro que estamos comentando, va siempre de posibilidades, es la antítesis del miedo. Es compartido con esfuerzo, como todo lo que merece la pena, y a veces hay que dedicar el mismo esfuerzo a comprenderlo que el que supuso crearlo. El alumnado no siempre va a comprender esta visión, ya que los medios y la publicidad se esfuerzan en presentar todo como algo simple y accesible a quien tenga el dinero. El argumento de este libro es que las escuelas y los docentes tenemos que ayudar a los alumnos a ir más allá, y a veces resistir las fuerzas culturales que experimentan todo los días.

Es este sentido de «esfuerzo» implicado en la adquisición de conocimiento lo que puede estar en la base del «miedo al conocimiento» de algunos docentes. La idea de «animar a los alumnos a aprender» parece más educada y democrática. Sin embargo, puede empujarnos a olvidar esta pregunta: ¿Qué es lo que están aprendiendo? ¿Tiene valor? No sólo el conocimiento es producto del trabajo duro y dedicado de muchas personas del pasado, sino que nos desafía a lo que sabemos hoy y a lo que seremos mañana.

Una advertencia final

La idea de conocimiento que presentan los autores tiene muy poco que ver con recopilar y regurgitar datos y hechos. Los datos y los hechos per se no son conocimiento. El conocimiento nos permite acceder a esos hechos para cuestionarlos, y cuestionar la autoridad en la que se basan, ganando con ello la libertad y el placer que puede ofrecer conocer más cosas.

3 comentarios sobre “El conocimiento y la escuela del mañana: Introducción

  1. Muchas gracias por la revisión de este libro. Tu síntesis da cuenta de la imprtancia de alfabetizar científicamente. Promover el desarrollo del pensamiento crítico nos permite justamente cuestionar los conocimientos ya construidos por otros y no se si la autoridad nada más, sino los procedimientos con los que fueron construidos.
    Saludos,
    Silvy

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