Traducida y adaptada del blog de Daniel Lakens cuyo original podéis encontrar aquí.

No puedo dar a ningún científico, de cualquier edad, un mejor consejo que este: la intensidad de la convicción de que una hipótesis es verdadera no tiene relación con si realmente lo es. La importancia de la fuerza de nuestra convicción reside únicamente en proporcionar un incentivo proporcionalmente fuerte para averiguar si la hipótesis resistirá una evaluación crítica.

— Medawar, 1979, Advice to a Young Scientist

El creciente interés por las prácticas educativas informadas por la evidencia ha puesto en el centro del debate cómo se produce, valida y comunica el conocimiento científico en educación. Sin embargo, en este proceso surgen tensiones inevitables: ¿cuándo una afirmación puede considerarse evidencia sólida? ¿Qué mecanismos existen para controlar el sesgo en la producción de conocimiento? ¿Y qué papel juega el juicio profesional docente en este marco?

El psicólogo Daniel Lakens, especializado en procesos para mejorar la fiabilidad y la validez de los estudios en psicología, nos explica que:

1. La ciencia es una actividad humana

El punto de partida es reconocer que la ciencia no es una máquina neutral que genera verdades objetivas, sino una práctica social llevada a cabo por personas con emociones, compromisos teóricos y trayectorias profesionales. Como subraya Mitroff (1974), incluso quienes participaron en misiones científicas de alto prestigio reconocen que el ideal del científico objetivo y desinteresado es una construcción ingenua.

En su libro “La ciencia moderna y la naturaleza de la vida”, William Beck (1957) escribe:

Cada paso sucesivo en el método científico exige una mayor inversión emocional y añade dificultad a mantenerse objetivo. Cuando el ego está implicado, la autocrítica puede ser difícil (¿quién ha oído hablar de dos científicos compitiendo para demostrar que el otro tiene razón?). Siempre se tiene un interés personal en que el resultado sea exitoso y, nos guste admitirlo o no, cada uno de nosotros siente la presión de tener éxito, de abrir ‘nuevos caminos’ quizás antes de haber dominado los anteriores.

O como escribe el filósofo de la ciencia Chang (2022):

Existe una tendencia en la filosofía de la ciencia a presentar al científico como un ser fantasmal que simplemente tiene grados de creencia en varias afirmaciones descriptivas, las cuales se ajustan según ciertas reglas del pensamiento racional (por ejemplo, el teorema de Bayes), eliminando así cualquier necesidad de juicio real. Todo lo que no encaja en esta visión extraña y empobrecida, tendemos a denigrarlo como asuntos de ‘mera’ psicología o sociología.

Aquí añado un apunte yo: este reconocimiento es clave para el campo educativo, donde las preferencias pedagógicas, los marcos ideológicos y las culturas escolares influyen tanto en la formulación de hipótesis como en la interpretación de resultados. Tampoco subestimemos el efecto del ego que aparece citado anteriormente. Personalmente, mi selección de referentes tiene mucho que ver con la humildad intelectual que percibo en cada uno.

El sesgo de confirmación como amenaza estructural

El sesgo de confirmación —la tendencia a favorecer la información que valida nuestras creencias previas— no es un defecto individual, sino un fenómeno sistemático. Nickerson (1998) lo documenta como una constante en la producción científica. Este sesgo también opera en el ámbito de la educación, cuando se seleccionan estudios que validan ciertas metodologías y se omite sistemáticamente la evidencia contraria. De hecho, por ejemplo, la literatura sobre el aprendizaje basado en proyectos o las inteligencias múltiples se ha analizado (en ambos casos por Marta Ferrero, Miguel A. Vadillo y Samuel Parra-León) mediante dos meta-análisis que no investigan la eficacia de dichas aproximaciones, sino que aportan pruebas de que las publicaciones existentes son sesgadas y de rigor más que discutible:

  1. sobre las IIMM: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0160289621000507?via%3Dihub
  2. sobre el PBL: https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0249627

Para ello, este tipo de estudios analiza si el conjunto de los resultados es tan extraordinario que resulta más probable que se deban a un diseño, análisis o publicación sesgada. En ambos casos concluyen que, efectivamente, el problema es que la distribución de los resultados es inverosímil y por tanto lo más probable es que se trate de publicaciones defectuosas o sesgadas a favor de ambas aproximaciones.

2. El escepticismo organizado como contrapeso institucional

Frente a esta amenaza, Merton (1942) propone un marco de normas institucionales para la ciencia: el universalismo, el comunismo epistemológico, el desinterés y el escepticismo organizado.

Universalismo significa que “la aceptación o el rechazo de afirmaciones que entran en el ámbito de la ciencia no debe depender de las características personales o sociales de quien las propone”.

Comunismo significa que “los hallazgos sustantivos de la ciencia son producto de la colaboración social y se asignan a la comunidad”. Los científicos no son dueños de sus teorías; en el mejor de los casos, reciben reconocimiento por desarrollarlas. Como escribe Merton: “El secreto es la antítesis de esta norma; la comunicación plena y abierta es su aplicación”.

Desinterés que no ocurre a nivel individual —un científico puede tener pasiones y motivaciones— sino a nivel institucional. La institución de la ciencia tiene como norma el desinterés, lo que significa que las afirmaciones deben ser veraces y no engañosas. Según Merton, los científicos están sometidos a una vigilancia rigurosa: son responsables ante sus pares, quienes revisarán su trabajo, y por lo tanto, solo el desinterés conducirá a afirmaciones que sobrevivan al escrutinio.

Escepticismo organizado significa el “escrutinio de las creencias en términos de criterios empíricos y lógicos”. Las afirmaciones solo se aceptan después de haber sobrevivido al examen por parte de colegas.

Este último es el foco de la última parte de la entrada y se refiere a la necesidad de someter toda afirmación científica a un examen crítico continuo y estructurado. La educación debe prestar especial atención a este principio: aceptar una práctica como válida requiere haber resistido el escrutinio riguroso, y no solo haber sido publicada o promovida por figuras de autoridad.

Mecanismos metodológicos de control del sesgo

En enlacen encontraréis una buena descripción de una serie de prácticas específicas que operan como implementaciones del escepticismo organizado:

  • Prerregistro: declarar hipótesis y planes de análisis antes de la recogida de datos, para limitar la flexibilidad analítica a posteriori.
  • Replicación independiente: valorar como más robustos los hallazgos replicados por equipos no vinculados al original.
  • Revisión por pares y post-publicación: como procesos de crítica estructurada, aunque no infalibles.
  • Revisión de errores: asumir que los errores son inevitables y generar estructuras para detectarlos y corregirlos.
  • Figura del abogado del diablo: institucionalizar el disenso dentro de los equipos para contrarrestar la presión por conformidad.

Estas prácticas son cada vez más frecuentes en campos como la medicina, la psicología y la economía, y progresivamente se están extendiendo a la investigación educativa.

3. Implicaciones para el juicio profesional docente

Aceptar que toda afirmación científica está potencialmente sesgada, y que solo el escrutinio sistemático permite reducir esa posibilidad, no invalida la idea de prácticas basadas en evidencia. Al contrario, refuerza la necesidad de una cultura profesional crítica, donde el juicio docente se apoye en la evidencia sin dejarse llevar por su forma superficial (por ejemplo, la cita a un autor reconocido), sino por su calidad metodológica y su resistencia al escrutinio. También es importante contrastar de cuántos pasos de verificación ha sido objeto el artículo o libro (por ejemplo, este blog no tiene ninguno; igual que las publicaciones de redes sociales). Cuanto más pasos de verificación, mejor.

La invitación del escepticismo organizado no es a dudar de todo, sino a entender cómo se construyen las certezas científicas en un sistema diseñado para dudar antes de aceptar. En tiempos donde proliferan afirmaciones pedagógicas que apelan a “la ciencia”, comprender el papel del sesgo de confirmación y los mecanismos que la ciencia usa para controlarlo es esencial para cualquier profesional de la educación que aspire a una práctica verdaderamente informada.

2 respuestas a “Entre el sesgo de confirmación y el escepticismo organizado: claves para interpretar la evidencia educativa”

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