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Retomamos uno de los grandes temas del blog: la evaluación formativa. En concreto, aquello que tiene más que ver con la regulación del aprendizaje: los objetivos de aprendizaje y los criterios de éxito. Nos fijamos para ello en el libro «Learning Intentions and Success Criteria», de Shirley Clarke. Una autora que ha escrito mucho sobre evaluación formativa.
¿Cómo afrontar qué vamos a aprender?
Empieza con un objetivo de aprendizaje amplio y secuéncialo en trozos manejables para clases o grupos de clases. Los criterios de éxito son de más ayuda para el alumnado y los docentes, si son capaces de especificar los ingredientes, los pasos o las posibles inclusiones que puede tener el objetivo de aprendizaje.
Un ejemplo para entender como un objetivo de aprendizaje global, puede desglosarse, según la autora, es el objetivo general de utilizar bien los signos de puntuación que se desglosa en objetivos de cursos y clases concretas en los que se va aprendiendo a utilizar los signos de puntuación, las comas, Los puntos y seguidos…
Otro ejemplo sería aprender como funciona el cuerpo humano, que debe desglosarse en aprender cómo funcionan los sentidos, como funciona el aparato digestivo, y así sucesivamente.
Algunos objetivos de aprendizaje son conocimientos, y otros son habilidades, o conocimiento procedimental, que son el objetivo principal de los criterios de éxito de proceso. Este tipo de conocimiento procedimental es cerrado, necesitando criterios obligatorios para llevarse a cabo, o abierto, pudiendo disponer de varias posibilidades.
Los objetivos de aprendizaje de conocimiento se aplican normalmente a través de una habilidad, y el alumnado se beneficia de algunos puntos claves sobre este conocimiento mientras practica la habilidad.
El objetivo aprendizaje es el punto de inicio de la planificación, aunque a menudo el punto de inicio de una clase, son cinco minutos de comprobar y discutir entre iguales lo trabajado en el pasado. Después, el objetivo aprendizaje se rompe en ingredientes o pequeños objetivos, que eso es lo que llamamos criterios de éxito, muchos más efectivos cuando se construyen junto al alumnado.
No se trata por tanto de conocer el objetivo, sino de poseer un concepto de calidad que represente a objetivo. Esto se consigue sabiendo el objetivo, pero también comprendiendo cómo se rompe en criterios que ayudan al que aprende a conseguir ese objetivo.
Cuando pensamos en el objetivo de aprendizaje, nos enfocamos en las siguientes preguntas:
- ¿Qué queremos que aprendan?
2. ¿Cómo articulamos y secuenciamos el aprendizaje?
3. ¿Cuál será una buena manera de aprender eso?
4. ¿Qué aspecto tendrían los mejores trabajos resultado de haber aprendido eso?
Objetivos abiertos o cerrados
Partimos de ejemplos de objetivos de aprendizaje específicos o cerrados: utilizar, adjetivos y adverbios, utilizar el teorema de Pitágoras para encontrar un ángulo, conocer vocabulario relativo a la comida de los restaurantes.
Estos objetivos se pueden transformar en objetivos de aprendizaje abiertos o aplicados: escribir una historia completa, usar el teorema de Pitágoras para resolver problemas o utilizar vocabulario específico para escribir una historia sobre cocina.
Otro ejemplo que tiene relación con la materia que yo imparto es conocer el efecto de las erupciones volcánicas y los terremotos en la formación de rocas. Cuando este conocimiento se aplica, puede ser mediante una habilidad transferible como escribir un texto explicativo..
Como vemos, los primeros ejemplos (objetivos cerrados) son fáciles de describir mediante normas, algo que no sucede para el segundo tipo de ejemplos, porque hay muchas maneras en las que pueden conseguirse. Esta es la razón por la que los objetivos de aprendizaje abiertos no solo necesitan criterios de éxito, pero también discusiones de clase acerca de qué quiere decir, exactamente en la aplicación concreta de cada uno, y una gran cantidad de práctica para interiorizarlos.
Una propuesta es crear una planificación que contenga la secuencia de clases, y en cada una una lista de preguntas que el alumnado debe saber responder con confianza al final de cada una de las clases. La tercera columna sería para el objetivo de aprendizaje de esa clase.
Más ejemplos: fabricar tarjetas para el día del padre, puede ser expresado como aprender a recortar con mayor precisión, de manera que la atención recaiga en la habilidad y en la transferencia subsecuente de esa habilidad. Hacer un mapa del tesoro puede cambiarse a hacer mapas. En historia, diseñar un menú para un banquete egipcio se puede cambiar a conocer la comida que comían los egipcios. Esto redunda especialmente en aquellos alumnos que necesitan saber lo que va a pasar.
Compartir los objetivos de aprendizaje con el alumnado
Como ya dijimos en la entrada anterior, es mejor empezar con algunas pequeñas y rápidas preguntas para descubrir lo que comprenden o recuerdan de lo que han aprendido hasta ahora. Podemos preguntar y pedirles que discutan entre ellos mientras paseamos por la clase de manera que escuchemos y comprobemos su comprensión, pudiendo decidir si continuar con el plan inicial o revisar alguna idea que detectamos nos ha comprendido del todo. Por ejemplo, si el objetivo de aprendizaje es el crecimiento de las plantas, podemos preguntarles qué relación tienen las siguientes palabras con el crecimiento de las plantas: agua, arena, luz, chocolate, luz solar, bombilla, leche, cereales.
También podemos utilizar una estrategia que se llama descartar al impostor en el que tenemos que descartar aquella idea que no corresponda con el grupo. Por ejemplo, cuando estamos trabajando la nutrición podemos preguntar el descarte de: pollo, carne, huevos, lechuga, pescado.
La autora nos propone que si queremos tener expectativas altas para todo el alumnado, entonces debemos proponer los mismos objetivos de aprendizaje y criterios de éxito para todos. Marginar algunas personas y dejarlas sin habilidades esenciales porque todavía no tienen los conocimientos previos puede resultar en que los alumnos pasan de infantil o primaria sin esas habilidades.
De igual manera, antes que proponer un trabajo diferente porque les cuesta mucho escribir, podemos darle un producto parcialmente completado en el que ellos tienen que escribir las partes que faltan pero siguen enfocados en el mismo objetivo de aprendizaje que el resto de sus compañeros.
Criterios de éxito
Cuando el alumnado participa en la elaboración de los criterios de éxito, es mucho más fácil que interioricen, usen y recuerden estos criterios.A continuación, la autora nos propone seis estrategias para hacerlo:
- Analizar modelos excelentes: primero, muestra al alumnado dos o tres ejemplos y pregúntales ¿qué características veis aquí que hace que esto es un ejemplo? Con modelos escritos, es mejor tener pequeños extractos antes que empiezas completas. Elige las respuestas que se convertirán en criterios de éxito compartidos.
- Compara con ejemplos buenos y malos: de parte o muestra dos trabajos diferentes y pregunta al alumnado. Que decida cuál es mejor y por qué. Deja 30 segundos para que las parejas decidan una característica que hace uno mejor que otro. Elabora los criterios en base a la respuestas. Este proceso tantas veces como haga falta.
- Demuestra los pasos tú mismo: puedes utilizar un proyector o una cámara, o simplemente decirle al alumnado que mire mientras tú haces alguna cosa. Cuando acabes, pregunta qué es aquello que hiciste y qué pasos diste. Estos pueden ser los criterios. Estas estrategias, especialmente útil cuando se trata de utilizar una herramienta, por ejemplo un pincel, o buscar información en algún lado: donde empezar, usar referencias, buscadores…
- Demostrar como no hacer algo enfrente de la clase: se trataría de lo mismo que en la estrategia anterior, pero realizándolo deliberadamente mal. Esto suele ser divertido, pero ayuda al alumnado a corregirte, según vas realizando la actividad y a comprender mejor los pasos y a describir los errores habituales Esta estrategia es muy útil en infantil, por ejemplo y puede servir para descubrir cómo se pone un abrigo, cómo utilizar correctamente las tijeras, o cómo limpiar el área de juegos.
- Encontrar el error: muestra un ejemplo de cualquier procedimiento que tiene una serie de pasos, como por ejemplo, un cálculo matemático, y pregunta al alumnado si puede encontrar el error, de manera que tengan que revisar cada paso para comprobarlo. Posteriormente, cada paso podrá ser un criterio de éxito..
Os propongo un ejemplo tomado de mi materia, una vez más. La autora nos propone dos objetivos de aprendizaje. Por un lado, conocer la influencia del ejercicio físico en la tasa cardiaca. Eso sería un objetivo cerrado. Sin embargo, podemos trabajarlo, de manera que también comparta el objetivo más amplio de llevar a cabo un experimento, controlando algunas variables del mismo, lo que supondría una habilidad transferible a otros contextos.
De esta manera, lo importante sería utilizar los criterios de éxito de proceso, recordando al alumnado las diferentes fases de la actividad: hacer una predicción, planificar el experimento para controlar las variables, anotar que variables son esas, llevar un registro de los resultados, buscar patrones o realizar una hipótesis y finalmente realizar una generalización Dando razones para llegar a esas conclusiones.
Puede ayudar preguntar a los alumnos, durante la clase, como piensan que lo están haciendo utilizando cartas o semáforo o realizando un pequeño test de opción múltiple.
Finalmente, no quería dejar de enlazaros con la página web web de la autora, donde aparte de muchos recursos, encontraréis bastantes testimonios de los docentes que han llevado a cabo estas ideas. Creo que resultará interesante y muy enriquecedor leer a otros docentes tratando de aplicar estas ideas en el aula.






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