Os presentamos la segunda guía que comentamos en el blog, después de la buena acogida a la Guía EEF / Educaixa de metacognición cuyas entradas han sido de las más populares. Podéis leerlas todas pinchando aquí. También tenéis pinchando aquí todas las guías disponibles.

Al igual que en aquella ocasión, os enlazo al vídeo introductorio de esta guía que tanto nos puede ayudar.

Y es que como bien nos indica la propia guía: «La gestión del comportamiento en el aula es uno de los temas que más nos preocupa tanto a los docentes noveles como a los más experimentados. Un clima poco favorable puede tener un impacto negativo sobre el aprendizaje del alumnado y ser una de las mayores causas de estrés de los claustros».

Me parece importante detenernos en esta idea. En el fondo, la cuestión no es mejorar el comportamiento para que los docentes estemos más tranquilos. Es decir, no se trata de buscar soluciones que nos «quiten de la vista los problemas», sino que los solucionen. Se trata de conseguir crear un clima donde el aprendizaje sea más fácil, especialmente para aquellas personas que más lo necesitan. Esta óptica es la que impregna toda la guía y la que inspira las estrategias y propuestas. Comprender cómo crear este clima es lo que trataremos hacer a partir de ahora, pero no olvidemos el foco fundamental.

A pesar de lo que nos pueda parecer, la guía comienza ofreciéndonos un dato: incluso en las escuelas con un peor clima, los miembros de la misma tienen una buena percepción del comportamiento del alumnado. Es decir, no hay datos para ser alarmistas ni para pensar que «estamos peor que antes», más bien al contrario. Sigue habiendo problemas, que suelen tener que ver más con la constancia. Esto no exime de que haya casos puntuales preocupantes, evidentemente.

La guía nos ofrece seis recomendaciones para mejorar el comportamiento en nuestra escuela, partiendo siempre de propuestas proactivas mas que reactivas:

  1. Conocer y entender al alumnado y sus influencias
  2. Enseñar actitudes para el aprendizaje y a gestionar el comportamiento problemático
  3. Usar estrategias de gestión del aula para fomentar un buen comportamiento
  4. Usar prácticas simples de forma rutinaria
  5. Usar estrategias personalizadas para abordar las necesidades individuales del centro
  6. La constancia es la clave

Primera recomendación: conocer y entender al alumnado y sus influencias

Hay una entrada del blog que tiene bastante que ver con este aspecto, y que está extraída del libro de Jamie Thomm «Conversando con adolescentes«. En ella ya decíamos que: «nuestra capacidad para comprender las experiencias de los adolescentes influencia profundamente si van a aprender algo o no en nuestra compañía«.

Lo que nos propone esta guía es generar una estructura de manera que al menos un adulto conozca a cada alumno, sus fortalezas e intereses. En educación primaria y especial, los docentes pueden asumir este papel. En otras etapas hay que pensar en qué figuras (el tutor, el orientador). Me resulta fascinante que se dediquen más recursos al material inhumano que al humano: ¿por qué no poner orientadores en lugar de pizarras digitales, por ejemplo?

Sin embargo, no podemos esperar a que existan los recursos para generar estos momentos de conocer al alumnado. Preguntar por el fin de semana, bromear sobre deportes o programas de televisión… tienen que ver con el aprendizaje. Porque existen influencias importantes sobre su comportamiento, y a su vez este comportamiento influirá en su aprendizaje.

En esta imagen, adaptada del original, vemos a dos chicas. Una de ellas está bien, pero tiene influencias negativas, por ejemplo, un familiar enfermo. Puede ser resiliente a ellas un tiempo, pero al final acabará empeorando su comportamiento (que no es necesariamente que se porte peor, sino que duerme peor y le cuesta más estar activa en clase). Otra alumna se encuentra en una mala situación, pero la influencia positiva de un tutor puede llevarla a investigar nuevas estrategias que la ayuden en la escuela.

De lo que se trata por tanto es de comprender el papel predictor de las influencias: son anteriores a un cambio de comportamiento. En este sentido, el vínculo se propone a lo largo de toda la guía como un mediador fundamental. Y eso no es perder el tiempo, sino ganarlo. Como decíamos en la entrada ya mencionada: «el comportamiento de los adolescentes está influencia por numerosos factores. Tener conciencia del contexto de cada persona nos ayuda a manejar las opciones para responder adecuadamente«.

Finalmente, la guía nos propone el método Establecer-Mantener-Restaurar como forma de contribuir a las relaciones positivas.

Fase 1: Establecer

Crear una relación positiva desde el principio

Lo primero es conocer a los estudiantes. Aprender sus nombres rápidamente y descubrir sus intereses, antecedentes y metas puede marcar una gran diferencia. Además, es crucial establecer expectativas claras desde el primer día, en términos de comportamiento en cuanto a los hábitos. La guía propone trabajar estos aspectos mediante preguntas abiertas, escucha reflexiva, y comentarios constructivos. Además, desarrollar rutinas y procedimientos diarios ayuda a los estudiantes a sentirse más seguros y a saber qué esperar en cada momento del día.

Fase 2: Mantener

Continuar fortaleciendo y manteniendo la relación positiva

Una vez que habéis establecido una buena relación, es importante mantenerla. Ofrecer retroalimentación positiva es una herramienta poderosa. Elogiad a los estudiantes de manera específica y sincera, tratando de interaccionar muchas más veces de manera positiva que negativa. Por ejemplo, enviando notas positivas. Esto no solo refuerza esos comportamientos, sino que también les hace sentir valorados.

El contacto regular es clave. Interactuar con los estudiantes de manera constante, no solo en momentos formales de clase, sino también en los recreos o en actividades extracurriculares, fortalece la relación. Mostrar interés genuino en su bienestar y progreso académico construye un ambiente de confianza y respeto mutuo.

Fase 3: Restaurar

Reparar la relación cuando se deteriora

A veces, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, las relaciones pueden deteriorarse. En estos casos, es esencial abordar los conflictos de manera constructiva. Esto significa reconocer cuando ha habido un problema, entender la perspectiva del estudiante y trabajar juntos para encontrar una solución.

Una herramienta útil aquí es la conversación restaurativa. Este tipo de conversación se centra en entender cómo se siente el estudiante, reconocer el impacto del conflicto (no consiste en darle la razón) y planificar juntos cómo evitar que se repita. Mostrar empatía, empezar de cero, y comunicar al alumno que el vínculo es importante.

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Una respuesta a “Guía EEF / Educaixa: Mejorar el comportamiento en las escuelas”

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