Recomiendo leer
Tweet
Septiembre tiene algo de promesa y de caos. Pilas de material escolar en baldas, nombres aún sin rostro y horarios que no se han estrenado. La pregunta de fondo es sencilla: ¿cómo convierto el aula en un lugar seguro, justo y exigente desde el primer día? Como siempre, no hay pócimas; hay pensamiento y planificación. Un diseño que reduce la incertidumbre, reparte la palabra y hace más alcanzables los estándares sin bajar el listón.
Qué entendemos por “clima” y por “pertenencia”
Por clima no me refiero a carteles motivacionales. Hablo de normas, expectativas, relaciones y rutinas que hacen reconocible el trabajo de un día a otro. Un buen clima se consigue cuando todo el mundo sabe cómo se empieza, qué hacer cuando te bloqueas, cómo y cuándo se habla, cómo se repara una ruptura y cómo se aborda una tarea.
La pertenencia es sentir que aquí se te ve, cuentas y tu esfuerzo puede traducirse en progreso. No es psicología pop. Las investigaciones al respecto muestran indicios que mensajes breves y procedimientos coherentes que normalizan las dudas iniciales y vinculan el avance a estrategias practicables mejoran la persistencia y los resultados, especialmente en quienes llegan con la sospecha de que “esto no es para mí”.
Por qué esta entrada en tu primera quincena de curso
El clima del aula es infraestructura pedagógica. Si la memoria de trabajo está ocupada descifrando reglas implícitas o leyendo señales ambiguas, queda menos margen para aprender cosas. Un marco claro de relaciones libera recursos cognitivos, mitiga la amenaza del estereotipo y sostiene la motivación cuando combina autonomía, competencia y vínculo. No invita a bajar el listón: invita a sostenerlo con procedimientos que lo hagan alcanzable.
Primera semana: sin grandilocuencia
Cuando empieces esta semana, prepara tres o cuatro preguntas en la pizarra que enganchen con sus experiencias del verano, con lo que esperan del curso y con lo que recuerdan haber aprendido el curso anterior. Presenta esta pequeña dinámica como lo habitual: “Aquí trabajamos así: empezamos con un calentamiento que puedes hacer sin hablar. Tienes tres minutos; cuando suene el aviso, lo revisas con tu pareja y después compartimos una idea con el grupo”.
En diez minutos has enseñado dos cosas sin proclamas: que el tiempo tiene forma y que todo el mundo participa. Evita la liturgia de la mano alzada que da voz a los de siempre. Yo prefiero métodos para tomar respuestas simultáneas (mini pizarras, tarjetas, gestos) y el clásico piensa—pareja—comparte. No por moda, sino porque desplaza la discusión al conjunto.
Introduce tres acuerdos (no morales): cómo pedimos turno, qué hacemos cuando nos bloqueamos, cómo cuidamos los materiales. No los «expliques»; modélalos. El mensaje: aquí se aprenden cosas y se aprende a trabajar.
Frases útiles para la primera semana
• “Si te atascas, buena señal: estás aprendiendo algo nuevo. Sigue los tres pasos y luego pide una pista concreta”.
• “Antes de responder yo, ¿alguien puede dar una pista (no la solución) que le ayude a avanzar?”
Algunas ideas sobre el lenguaje
El lenguaje cuenta. Evita etiquetas (“eres despistado”, “eres brillante”) y opta por atribuciones que vinculen esfuerzo con estrategia: “Probaste dos vías y la segunda te hizo avanzar; la próxima vez empieza por ahí”. Normaliza la dificultad con procedimientos visibles. La postura es exigente pero muy disponible. Enseña cómo es un buen trabajo (un ejemplo anotado, una rúbrica breve) y abre un camino para aproximarse a él (lista de cotejo, revisión por parejas con guion, tiempo real para corregir y reintentar).
Una norma solo es justa si su aplicación es predecible. No necesitas veinte; bastan pocas, comprensibles y compartidas. Antes de la tormenta, ensaya el procedimiento para reparar una interrupción o un uso inadecuado de material: advertencia breve y privada, elección posible (volver a la tarea con X o cambiar de lugar para concentrarte) y reparación proporcionada del tiempo perdido. Los sermones públicos generan cinismo; no corrigen.
La coherencia entre adultos también cuenta. Si compartes grupo, acordad respuestas y un lenguaje común. No se trata de uniformidad, sino de evitar la ruleta: hoy vale, mañana no, según quién esté en la puerta.
Dar voz
Reserva cinco minutos semanales para escuchar qué ayuda y qué entorpece el aprendizaje en tu aula. Formato anónimo, cuatro ítems de respuesta breve y un compromiso: “La próxima semana responderé a esto con un ajuste concreto”. Si preguntas, responde; si no vas a responder, no preguntes.
No necesitas una auditoría. Observa tres o cuatro indicadores, por ejemplo: porcentaje del grupo que completa las preguntas iniciales en cinco minutos; distribución de turnos a lo largo de la semana. Recoge cada dos semanas una mini-encuesta con cuatro afirmaciones —“sé qué se espera de mí”, “si me atasco sé qué puedo hacer”, “siento que mi aportación cuenta”, “el trabajo me reta y, con ayuda, puedo con él”— y responde públicamente: “Esta semana ajustamos esto o aquello”.
Primera semana para todos
Si hay alumnado recién llegado o plurilingüe, haz accesible el contenido sin infantilizarlo: glosario visual de la unidad, parejas lingüísticas con rol de intérprete académico (pistas, no soluciones), instrucciones por escrito y orales, posibilidad de mostrar comprensión con apoyos visuales mientras se incorpora el registro disciplinar. Con necesidades específicas, anticipa instrucciones, fragmenta tareas largas y pacta tiempos adicionales sin convertirlos en favores.
Conclusiónes
El clima no se “logra” y se archiva; se mantiene. Trátalo como el contenido: objetivos claros, práctica deliberada, retroalimentación breve, revisión. Si instalas previsibilidad, participación equitativa y justicia procedimental desde el principio, el trimestre se vuelve menos heroico y más profesional. Tal vez no deslumbrará en redes; pero será positivo para todos.
Bibliografía
Bondy, E., & Ross, D. D. (2008). The teacher as warm demander. Educational Leadership, 66(1), 54–58.
Deci, E. L., & Ryan, R. M. (2000). The “What” and “Why” of Goal Pursuits: Human Needs and the Self-Determination of Behavior. Psychological Inquiry, 11(4), 227–268.
Roorda, D. L., Koomen, H. M. Y., Spilt, J. L., & Oort, F. J. (2011). The influence of affective teacher–student relationships on students’ school engagement and achievement: A meta-analytic approach. Review of Educational Research, 81(4), 493–529.
Steele, C. M. (2010). Whistling Vivaldi and Other Clues to How Stereotypes Affect Us. W. W. Norton & Company.
Sweller, J. (2011). Cognitive load theory. In J. P. Mestre & B. H. Ross (Eds.), Psychology of Learning and Motivation(Vol. 55, pp. 37–76). Academic Press.
Walton, G. M., & Cohen, G. L. (2011). A brief social-belonging intervention improves academic and health outcomes of minority students. Science, 331(6023), 1447–1451.
Yeager, D. S., Walton, G. M., Brady, S. T., Akcinar, E. N., Paunesku, D., Keane, L., … & Dweck, C. S. (2016). Teaching a lay theory before college narrows achievement gaps at scale. Proceedings of the National Academy of Sciences, 113(24), E3341–E3348.








Deja un comentario