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Cuando hablamos de innovación educativa o de «lo último en pedagogía», solemos imaginar nuevas metodologías, tecnologías impactantes o cambios radicales en la estructura de las clases. Pero el trabajo de David Berliner, un psicólogo educativo que fue presidente de la American Educational Research Association, nos invita a mirar en otra dirección: hacia la inteligencia profesional del profesorado. En lugar de dejarnos llevar por la moda o la tradición, Berliner propone que los y las docentes actuemos como ciudadanos críticos y bien informados de prácticas educativas, guiándonos por lo que realmente sabemos sobre cómo funciona el aprendizaje.

¿Qué es “elegir” en educación?

La metáfora es sencilla: igual que no deberíamos comprar cualquier producto sin saber si funciona, tampoco deberíamos adoptar cualquier estrategia docente solo porque está de moda o alguien la recomienda con entusiasmo. Elegir inteligentemente en educación implica tener un conocimiento claro de qué prácticas están respaldadas por evidencia sólida, cuáles han demostrado eficacia en contextos diversos, y cómo adaptarlas de manera reflexiva a nuestra realidad de aula​.

Berliner utiliza ejemplos curiosos del mundo extraescolar para ilustrar esta idea. Por ejemplo, el llamado “efecto IKEA”: las personas valoramos más aquello en lo que hemos participado activamente. Pero este sesgo también puede operar en contra de una enseñanza eficaz: podemos encariñarnos con una actividad o enfoque simplemente porque lo hemos diseñado con esmero, aunque no sea especialmente efectivo. Y al igual que sucedió con las mezclas instantáneas de bizcochos —que no se vendían bien hasta que se les añadió el paso de “agregar un huevo”—, a veces lo que funciona mejor no es lo que nos parece más «creativo» o «auténtico», sino lo que ha sido probado y refinado hasta demostrar impacto.

La tecnología de la enseñanza: mucho más que apps

Cuando Berliner habla de «tecnología» en educación, no se refiere a tablets ni pizarras digitales, sino a las rutinas y prácticas que han demostrado mejorar el aprendizaje. Cosas aparentemente simples, como comenzar la clase revisando lo anterior, presentar nuevos contenidos en pasos pequeños, practicar con apoyo antes de pasar al trabajo independiente, y ofrecer retroalimentación clara y frecuente. Este enfoque recuerda mucho a los principios de Barak Rosenshine​, que explica fenomenal Albert Reverter aquí..

Estas secuencias de enseñanza, lejos de ser “recetas mecánicas”, constituyen un tipo de tecnología educativa construida a lo largo de décadas de investigación. Al igual que en arquitectura se desarrollan protocolos para ciertos procedimientos, en educación también tenemos unos ingredientes con lo que fabricar nuestras propias recetas. Ignorarlos en favor de enfoques improvisados o modas educativas pasajeras es, para Berliner, una forma de desperdiciar el potencial del conocimiento profesional.

La gestión del aula también es ciencia, no solo arte

Otro de los aportes de esta entrada, espero, es la reivindicación de la gestión del aula como una dimensión clave del trabajo docente que también puede abordarse desde la evidencia. Berliner recuerda cómo prácticas hoy ampliamente aceptadas —como saludar al alumnado en la puerta o intervenir con firmeza pero empatía ante conflictos— nacieron de investigaciones sistemáticas sobre el comportamiento en el aula, y luego fueron adoptadas, adaptadas y finalmente integradas como herramientas cotidianas del oficio docente.

Este proceso —investigación, adaptación, validación— es lo que permite transformar hallazgos científicos en estrategias útiles y confiables. Pero para ello, el profesorado debe ejercer su rol como filtro crítico: no adoptar todo lo nuevo sin más, ni aceptar lo tradicional por sistema. Se trata, más bien, de tener un criterio profesional que combine conocimiento de la investigación, sensibilidad hacia el contexto y capacidad de adaptación.

¿Y qué pasa con la experiencia?

Berliner no niega el valor de la experiencia docente, pero advierte contra el peligro de confundirla con evidencia. Una práctica que “me funciona” en un grupo concreto no necesariamente es la mejor opción en términos generales. Por eso, además de confiar en nuestra intuición profesional, necesitamos ampliar nuestro repertorio con prácticas validadas, contrastadas y con fundamento teórico.

Elegir inteligentemente, entonces, no es adoptar todo lo que aparece en un congreso o blog educativo, sino saber evaluar, adaptar y aplicar lo que tiene sentido para nuestro alumnado, con base en el conocimiento acumulado de la profesión.


Bibliografía

  • Berliner, D.C. (1988). Effective classroom management and instruction: A knowledge base for consultation. In J. L. Graden, J. E. Zins, & M. J. Curtis (Eds.), Alternative Educational Delivery Systems: Enhancing Instructional Options for All Students, pp. 309–325.
  • Kirschner, P. A., Hendrick, C., & Heal, J. (2022). How Teaching Happens: Seminal Works in Teaching and Teacher Effectiveness and What They Mean in Practice. Routledge.

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