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¿Qué deberíamos cambiar?
La idea principal de esta entrada es: si queremos que nuestro alumnado aprenda, debemos especificar primero en qué se concreta este aprendizaje. Esto significa que, en el ámbito del comportamiento, debemos elegir qué hábito aprender primero y priorizarlo.
Cualquiera que sea el objetivo, es más probable que tengamos éxito si centramos nuestra preocupación identificando el desafío subyacente. Primero, elige un tema: no acaban sus trabajos, o están utilizando un lenguaje inapropiado, etc. Elige sólo una cosa. Esta cosa puede ser específica de tu materia: ¿conocen las propiedades lo suficiente como para aplicarlas? Pero también puede ser física: ¿la postura en clase les ayude a trabajar bien? Puede ser también social: ¿saben escucharse entre ellos?
Defiende el autor que normalmente sabemos las cosas que hay que cambiar pero nos cuesta priorizarlas (y dejar de hacer las demás). El cambio es difícil y los hábitos cambian con dificultad. Para eso, pregúntate:
- ¿Qué es lo que más quiero cambiar en esta clase? ¿Qué es lo más preocupante?
- ¿Cuál es del desafío fundamental? ¿Cuál es el primer paso para atajarlo?
Aquí Harry Fletcher-Wood introduce una frase que me encanta: los hábitos son soluciones duraderas a desafíos fundamentales.
Incluso cuando la gente quiere cambiar, los hábitos existentes son muy difíciles de cambiar como puedes leer en este interesante artículo. Pero una manera de empezar es enfocando la atención e incrementando el interés y el esfuerzo en conseguir un objetivo. ¿Y cómo hacemos esto?
Primero, “rompe” el objetivo en pequeñas piezas y en pequeños pasos. Por ejemplo, aunque para mí sea automático sentarme a escribir en el ordenador como lo estoy haciendo ahora, tengo que ponerme en el lugar del alumnado y explicitar cada paso: primero, me aseguro de que haya luz y que el ordenador esté conectado a la corriente. Luego, busco una silla cómoda y acerco el libro con mi cuaderno de notas… En resumen, ¿qué estoy haciendo y por qué lo hago? Esto ayudará especialmente a los alumnos con más dificultades. Siéntate bien y escribe se puede convertir en: “Siéntate con la espalda recta, coloca el cuaderno abierto y saca un bolígrafo. Luego elige una frase para empezar…”. Esto también sirve para las propias actividades de clase: “Esta pregunta se parece a la 3, ¿me recordáis cómo se resolvían este tipo de preguntas, paso a paso?”.
Otra actividad interesante es elegir tres actividades, por ejemplo tres párrafos de una composición escrita. Luego, por cada párrafo, señala tres pruebas cosas buenas. Comprueba con un compañera esas cosas buenas.
Un objetivo que es asequible para todos es: “Escribe todo lo que recuerdes en dos minutos”, lo que es una práctica de evocación de las más recomendadas y sencillas de llevar a cabo (puede descargarte plantillas para hacerlo pinchando aquí).
Resumen
Los objetivos pequeños e inmediato ayudan a la acción porque:
- Crea una sensación de urgencia: un objetivo inmediato requiere acción inmediata más obviamente que un examen al final de la evaluación.
- Hace más fácil empezar: podemos señalar un paso, consiguiendo que el logro sea más alcanzable.
- Permite evaluar el progreso de nuestro alumnado rápidamente, en lugar de esperar al final cuando ya muchas cosas no tienen remedio.
- Señala las pequeñas victorias, mostrando que hay personas avanzando.
¿Y si no quieren aprender?
Aunque es obvio, afirmar muchas veces y rotundamente la importancia del aprendizaje no sirve para que nuestra alumnado quiera aprender. Muchas veces, necesitan sentir que resuelve un problema o que importa desde algún punto de vista.
Para empezar, el autor sugiere subrayar el problema mediante un argumento basado en este cuadro:
Para enseñar el valor de… | Podemos preguntar sobre un momento en el que… | O podemos simular el problema… |
Centrarse | Estuvieran distraídos | Pidiendo que trabajen con un gran ruido de fondo, y después discutir el impacto |
Elegir la técnica correcta | Aplicaran la técnica errónea | Proponiendo un problema nuevo sin ninguna pista |
Perseverar | Abandonaron un objetivo | Proponiendo problemas difíciles |
Colaborar | Se beneficiaron de la ayuda de un compañero | Pidiendo que escriban tres cosas que saben sobre un tema, y luego comparando. |
En resumen: para formar hábitos necesitamos dotarlos de un sentido personal. Y para hacerlo, es bueno apostar por la autonomía.
La autonomía y la elección motivan al alumnado (Ryan y Deci, 2000, léelo aquí) pero pueden hacer el aprendizaje más difícil. Elegir qué estrategias seguir requiere de la atención que en otro caso se dedicaría a la tarea.
Pero la motivación no depende la autonomía: se ha demostrado que perseguimos igual metas que nos hemos puesto nosotros tanto como metas que nos ponen otras personas importantes para nosotros (hay un artículo estupendo que te enlazo aquí. Es decir, que debemos trabajar la motivación independiente de la autonomía, tal y como aparece en esta entrada del blog.
Por tanto, podemos fijar objetivos nosotros pero explicar por qué una idea es importante, y luego discutir con los alumnos qué opinan sobre ella, si les interesa y por qué y con qué podrían contribuir en torno a esa idea. Aún así, habrá muchas personas que les parezca que no merece la pena el esfuerzo.
Es entonces cuando debemos de jugar con el beneficio y el coste: aproximando en el tiempo los beneficios y alejando los costes. Por ejemplo, podemos cambiar: “Realiza esta página de ejercicios” por “Realiza los dos primeros ejercicios” y al acabar pedir los dos siguientes (y acabar realizando toda la página). Podemos también rebajar el coste: “Parece difícil, pero después de contestar la primera pregunta veréis que no es para tanto”.
El poder de las historias y modelos personales
Y aún así, habrá personas que tampoco quieran esforzarse. Aquí el autor nos propone utilizar entonces una historia personal, contada por una persona, algo que ya se ha demostrado eficaz para convencer a la gente para vacunarse (artículo aquí: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/18230021/). Esto es especialmente cierto para la gente joven, que prefiere fijarse en sus iguales y en personas no expertas pero que se parecen físicamente a ellos.
Una primera aproximación sería esta: a través de los iguales. Por ejemplo: “¿Alguien sabe por qué la respuesta de Pau es tan interesante?” Pero si los demás piensan que el éxito de su compañero Pau es inalcanzable (porque se debe a su inteligencia, o es demasiado tarde para llegar a su nivel) puede que no sirvan para nada. De hecho, y este es uno de los párrafos que más he subrayado del libro, las comparaciones entre iguales de una clase son problemáticas: puede que la persona elegida como modelo no les caiga bien, y puede que consigamos que esa misma persona deje de esforzarse para que no la pongamos en el candelero. Por eso aquí el autor es claro: los alumnos de cursos mayores son el mejor modelo: todavía pueden cambiar y convertirse en eso el curso siguiente, y además no están bajo la misma presión social.
Otra aproximación es utilizar los personajes públicos como modelos, pero entonces debemos dedicar tiempo a estudiar su biografía y no a centrarnos únicamente en aquellos detalles que les hagan exitosos, lo que una vez más reforzaría la creencia de que depende exclusivamente del habilidad innata. Lo que mejor funciona es leer acerca de los fracasos y frustraciones de estos modelos, y analizar qué hábitos les ayudaron a salir del pozo cuando se encontraban en él.
¿Y si nada de esto funciona?
Hay una cosa que tenemos que tener clara: hay unas normas oficiales que pone el centro y el equipo docente, y luego existen las normas prevalentes: lo que el alumnado ve a sus compañeros hacer (aunque no sean normas oficiales). Algo de lo que ya nos hablaba Ron Berger aquí). Un estudio curioso examinó este hecho viendo cómo la gente arrojaba basura a un parque en función de si estaba ya lleno de basura o completamente limpio (tenéis el enlace aquí: https://psycnet.apa.org/record/1990-30919-001). Evidentemente, arrojar basura al parque dependía de la cantidad de basura presente, y aumentaba también esta conducta cuando se observaba a alguien más hacerlo.
Otro hecho es que a veces el problema es falta de claridad: hay normas distintas entre casa y clase, y entre Inglés y Lengua. Por eso debemos empezar siempre por clarificar lo que significa cada cosa: si “trabajo individual” permite el cuchicheo silencioso, la conversación en tono bajo o no hablar en absoluto. Es importante clarificar estas normas sin caer en al queja. El autor afirma que decir: “Estáis haciendo mucho ruido” anima a seguir haciendo ruido. Cuando un comportamiento inadecuado se hace prevalente, la gente lo acepta como norma. Para cambiar la dinámica, debemos cambiar las expectativas gradualmente: afianzando cada paso, y enfatizando los progresos.
Por ejemplo, podemos empezar por “cinco minutos de trabajo en silencio al día”, una modesta expectativa que mejora la situación actual. Cuando la nueva rutina se convierte en prevalente, podemos introducir el siguiente paso: cinco minutos pueden convertirse en diez. Es importante subrayar los progresos: “hoy habéis participado más que ningún otro día”.
En la próxima entrada hablaremos precisamente de esto: de cómo planificar los objetivos en pasos que ayuden a formar hábitos.
Excelente
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Muchas gracias
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Reblogueó esto en Desde mi Salón.
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Ay válgame, primico. Cuanta razón tiene usted!
Comparto plenamente sus planteamientos pero….
¿Como podemos diferenciar el bien del mal?
¿Instrucción, disciplina, hábitos de estudio…. o adoctrinamiento?
Sócrates lo tenía claro.
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Hola Juan, aquí lo que nos interesa es que sean hábitos de aprendizaje, claro. Un saludo.
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[…] se hacen en sí mismos. Por eso es importante que se convierta en un hábitos, como ya dijimos en esta entrada (pincha aquí). Así que los docentes y los equipos directivos tienen que ser suficientemente valientes para […]
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