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¿Qué sabemos entonces sobre el aprendizaje en el aula?
Concluimos nuestra pequeña incursión en este gran libro, clásico de la pedagogía del siglo XXI. Cerramos además el primer mes de existencia del blog con más de 400 visitas, lo que supone un gran comienzo. Retomaremos la labor durante el verano, con la idea de potenciar de nuevo en septiembre.
Sabemos que si la niña o el niño en cuestión hacen lo que el profesor espera de ellos, siguen las instrucciones cuidadosamente y completan todas las actividades propuestas, entonces aprenderán lo que el profesor quiere que aprendan.
Pues no. Por las diferencias sustanciales en las habilidades y los conocimientos previos, y sobre todo por las relaciones entre iguales, cada alumno se enfrente a las tareas de forma diferente. Además, no hay pruebas que demuestren que, si se trabaja en las actividades de clase en la forma en la que el profesor quiere, se aprenda.
Como hemos visto, el alumno necesita varias interacciones con el contenido relevante (mínimo 3, una en cada mundo que describimos en la entrada anterior). Debemos diseñar actividades en las que los alumnos no puedan evitar trabajar con la información relevante. De esta forma su memoria procesadora lo integrará en la memoria a largo plazo y pasará a formar parte de sus conocimientos. Sobre el funcionamiento de la memoria, y a modo de publicidad subliminal, otro de los libros que comentaremos es «Make it Stick» que trata de todo esto.
Consecuencias en el diseño de actividades
Como los profesores en general no tenemos esto de los tres mundos en cuenta, los alumnos aprenden o dejan de aprender cosas muy diferentes de las mismas actividades de clase. Imagino que todos tenemos esa experiencia. A la hora de diseñar actividades para el aula, Nuthall sugiere tres aspectos importantes para evitar esto:
- La importancia de considerar y medir las diferencias en los conocimientos previos y en la comprensión (o la mala comprensión) que los estudiantes traen consigo.
- El poder continuo de las relaciones entre iguales y el status social para determinar lo que los alumnos hacen y cómo evalúan la implicación de los demás y la suya propia en las actividades de clase. En un ambiente donde lo normal es implicarse, y lo hacen los alumnos líderes, eso redundará en el bien de todos.
- La necesidad de monitorizar constantemente lo que los alumnos están o no están aprendiendo de las actividades y responder a eso consecuentemente.
Consecuencias en la gestión del aula
Como hemos dicho, la gestión del aula es fundamental y la piedra angular de nuestro quehacer diario. Durante muchos años, los investigadores han estado fascinados con la formación espontánea de grupos en las escuelas y los modos en las que los estudiantes trabajan según sus roles y estatus social. De hecho, se han desarrollado sociogramas para permitir a los profesores sabes el estatus relativo y la popularidad de los alumnos en su respectiva clase. Los estudiantes que confían en sus profesores y saben que la crueldad verbal o física no es tolerada en su clase suelen ser abiertos en sus percepciones y sentimientos hacia otros sentimientos. Este tipo de información es utilizada luego para elaborar, por ejemplo, los grupos cooperativos en clase.
Sin embargo, esta información se vuelve más y más difícil de obtener en la adolescencia y los alumnos se sientes inseguros acerca de quiénes son y cuál es su lugar en la red de relaciones del aula. Nuthall nos presenta las investigaciones de Mehan y colegas (en su artículo de 1996). Estos autores encuentran que en las clases de primaria en las que el éxito académico era el único criterio de éxito a ojos del profesor, tienden a desarrollar una estructura jerárquica y fija. En este sistema, los alumnos con mejores notas estarán encima de la pirámide y los estudiantes con notas bajas en los niveles más bajos de la pirámide. Por otro lado, también demuestran que si los criterios de éxito del profesor son variables e incluyen otras habilidades, de forma que cada estudiante siente en alguna actividad que puede ser el mejor o el líder, la estructura jerárquica es muy escasa y no hay apenas clichés en los estudiantes. Por tanto, y como conclusión, los profesores influimos de manera notable en la construcción de la estructura social de la clase en el modo en el que otorgamos premios, recompensas y por tanto estatus.
Acercándonos a la cultura oculta de sus relaciones sociales, los profesores podemos influir en su desempeño. Pero atención, estos mismos estudios también nos señalan que si queremos grupos de trabajo efectivos, los estudiantes previamente tienen que adquirir una serie de actitudes y creencias. En otras palabras, hay una necesidad de inculcar en la cultura del centro escolar, desde el inicio, un sistema de evaluación que sea coherente con el trabajo en grupo y que permita que todos los alumnos desempeñen una función de liderazgo en algún momento.
Conclusiones propias
Llegamos al final del libro, espero que os haya servido para pensar. Incluyo aquí tres reflexiones propias. La primera es que debemos ser rigurosos con las fuentes, y tratar de usar la mejor bibliografía existente, y por eso existe este blog. Este libro, si lo consultáis por internet, es un clásico. Ha sido utilizado por numerosos autores después, y se basa en investigaciones probadas y publicadas por la editorial académica de Harvard, por poner un ejemplo. La segunda es que debemos diseñar actividades que obliguen al alumno a enfrentarse al concepto en los tres mundos: individual, social y grupal. Y debemos ser capaces de recoger evidencias que nos permitan medir si esto ha sucedido o no. Estas evidencias, quizás, nos eviten algunas ocurrencias en clase.
Y la tercera idea es, para mí, la más importante: como docente, siento una exigencia enorme de adaptarme a ciertas metodologías. No quiero entrar a valorar ese esfuerzo, que en ocasiones es importante. Pero en ese esfuerzo de adaptación a la metodología, muchas veces se nos olvida, se me olvida, que lo que nos pide nuestra profesión y nuestra vocación es adaptarnos a los alumnos. Este libro que hemos presentado nos pide una y otra vez a los docentes que nos adaptemos a nuestros alumnos y no a las metodologías. Que cada aula, y cada sesión, y cada actividad dentro de la sesión, requiere de cosas diferentes.
Dediquemos nuestras energías a pensar cómo nos adaptamos a los alumnos que tenemos delante. Ampliemos nuestra formación para tener más recursos y más maneras de enseñar para que esa adaptación sea posible. No nos conformemos con adaptarnos a la metodología imperante pensando que eso funcionará para todo el mundo igual, porque ya hemos visto que simplemente no es así de sencillo.
Muy interesante tu tercera conclusión personal, aunque pueda parecer \»evidente\», es cierto que a veces se nos olvida, que nos debemos a cada una de las personas que tenemos delante en el aula, y que, no para todas valen las mismas estrategias. Muchas gracias, Juan, por hacernos reflexionar sobre estas cuestiones.
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Gracias Gloria, aprecio mucho tu comentario.
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[…] Incluimos ahora la noción que Ian Sanderson desarrolla en un excelente artículo (tenéis el resumen pinchando aquí). Los profesionales necesitan hacer juicios sobre “el modo de actuar en circunstancias específicas y en un contexto de reglas informales, heurísticas, normas y valores”. Por lo tanto, Sanderson concluye que la pregunta para los profesores no es simplemente “lo que es efectivo”, sino más ampliamente “lo que es apropiado” para estos niños en estas circunstancias. Algo parecido a lo que ya escribimos sobre Graham Nuthal en este post. […]
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[…] igual que hicimos con el primer libro que comentamos, Hidden Lives of Learners (HLL), también ahora me gustaría reseñar en una frase la idea principal de este libro, que […]
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